Juan Carlos Roldán abandona el formato en solitario para incorporar a Jaime Sevilla (bajo, percusión) y a Nacho Olivares (guitarras, sintetizadores, percusión), y eso se nota.
En este cuarto álbum de Roldán, grabado, como siempre, por Rafael Martínez del Pozo (LaJR, AA Tigre), se continúa con la tendencia expresionista de su música, que ya era parte de la identidad de Juan Carlos en sus anteriores discos. Sin embargo, aquí los arreglos pasan a estar al servicio de la canción, generando multitud de detalles coloristas. Destacan especialmente las percusiones por su complejidad, grabadas en directo por los tres; además, como elemento innovador, se incluyen sintetizadores que aportan un nuevo enfoque a las canciones adentrándose en un género más pop y accesible.
Con letras que surgen como confesión en un cambio de etapa vital, las canciones abordan desde la madurez al valor de lo cotidiano, pero sin perder el prisma surrealista y críptico que define la escritura de Roldán. Este disco invita a la escucha activa del oyente, sumergiéndonos en momentos de viaje instrumental y acompañado por las voces cálidas y profundas, todo ello generando una atmósfera de reposo y recogimiento.
Canción a canción:
Ocasión: Es una bossa veraniega-existencial. Primero se llamó “Akira en la playa”. Así, se mezclan impresiones sobre el famoso cómic con reflexiones sobre el devenir y el propio acto de hacer música y arte y comunicar con eficacia. La flauta travesera de Rodrigo Parejo acompaña y se desboca al final junto a las guitarras con sospechas de shoegaze.
La Potencia: Es la toma de consciencia de un posible futuro donde ya no te sea posible hacer las cosas que te gustan, debido a falta de tiempo, problemas de salud, compromisos familiares, etc. Tu Yo futuro viaja al pasado para darte el mensaje de que aproveches las capacidades y oportunidades de las que disfrutas en este momento, ya que podrían desaparecer pronto, y de que no te preocupes tanto precisamente por ese mismo “yo futuro” que te habla. La cadencia de la canción pretende reflejar ese estado de sosiego de la madurez consciente, pero a la vez busca ser luminosa, que estuviera a nado entre varias sensaciones distintas.
Cabalga: Juan Carlos pensaba en cómo la tecnología y el progreso nos ha facilitado los viajes y la comunicación entre personas, y la poca importancia que le damos a eso. Imaginaba lo que significaba viajar a pie o a caballo en otras épocas, cuando se tardaban meses en ir a otro país, o lo importante que era que una carta llegara a su destino, y el tiempo que hacía falta para que esa carta se respondiera. Seguro que la gente pensaba durante días qué iba a escribir… Hay una idea de sintonía de dibujos animados en la canción. Está trufada de sintetizadores juguetones y wah wahs. Tiene alguna parte más ácida, porque a Roldán les gusta auto-sabotearse a veces.
León: La canción tenía que tener ese ambiente onírico, como de ir en balsa por un río atravesando la selva. Empieza como un bolero, con una cadencia que te mece como la balsa, y deriva en una ceremonia tribal, llena de percusiones y marimbas, a la que se acaba sumando un sintetizador que durante la grabación llamábamos “Popol-Vuh” por el grupo de música alemán, que hizo la banda sonora de “Aguirre, la cólera De Dios” (una película muy selvática, onírica y febril).
Sucesos: Una escena imaginada que se presencia desde la ventanilla de un vagón de tren. Uno se imagina existiendo en medio del paisaje como algo independiente del mundo, del tiempo y de los quehaceres. Hay una imagen de una mano gigante que te recoge desde el cielo y te devuelve a tu vida normal como un peón de ajedrez. La canción está planteada para producir cierta extrañeza, haciendo contrastar unas guitarras cadenciosas y dulces con dos baterías tocando al unísono acompañadas de un bajo grueso y distorsionado.
Atesora: Ante la cuestión de si se puede escribir una canción dedicada a alguien en concreto, surge esta especie de alternativa en forma de meta-canción de amor con ritmo de bachata.
Poderes: La opera crautrock de Roldán. El texto es como una conclusión de todo el álbum. Casi acaba con la frase “(por favor) Dejen de sufrir”. Empieza como una balada o torch song con épico (aunque contenido) solo de guitarra incluido, para mutar casi sin advertilo en una suerte de rave de kraut con tambores y sintetizadores. La melodía inicial vuelve a aparecer en otro contexto muy distinto.