En su nuevo trabajo, la banda barcelonesa liderada por Daniel Magallón, presenta la versión más ambiciosa de su folk psicodélico.
‘Esta vez hasta hemos ensayado’ dice Daniel Magallón, la cabeza y la voz detrás de Flamaradas, intentando resumir lo que supone en su carrera su trabajo homónimo editado por El Genio Equivocado. El tercer disco largo del de Sant Joan Despí, recoge todo aquello que había sembrado en sus discos anteriores “Cancionero Saturnino” y “Pasaje entre las cañas”, pero poniendo de relevancia sus muchos aciertos con una producción más cuidada.
Flamaradas es una rara avis del panorama de la música alternativa española. Podría ser, a la vez, un cantautor, un cantante folclórico y un rockero psicodélico. Aunque probablemente, tal y como refleja fidedignamente en su nuevo disco, es la música de un tiempo y de un lugar muy concretos. En “Flamaradas” encontramos un catálogo de las melodías con las que ha ido creciendo Magallón: desde la jota navarra a Elvis pasando por The Doors. Todas ellas viajan desde su bagaje emocional a las canciones que canta con una voz que, después de dos discos y un EP, ya le es totalmente propia y le sienta como un guante. Es la copla que trajeron los emigrantes andaluces al área metropolitana de Barcelona, que chocó con el punk de La Banda Trapera del Río, que creció con el folklore de las músicas latinas de Atahualpa Yupanqui y que se distorsionó con el post-punk Joy Division. Todo eso pasó allí y Daniel Magallón estaba para escuchar sus ecos.
Que nadie piense que el esfuerzo en la producción, a cargo de Ferran Resines y Cristian Pallejà,ha hecho perder a las nueve canciones que componen el disco la frescura que caracterizaba los anteriores trabajos de Flamaradas. En esta ocasión los temas han sido compuestos en su práctica totalidad en el propio estudio, lo que les proporciona inmediatez y naturalidad a las ocho canciones originales que se completan con una versión de “Juramento”, del Trío Matamoros.
El disco tiene su adelanto en “Agitando los brazos”, una de las melodías de un regusto folclórico más marcado y, a la vez, una de los más accesibles. Por el camino nos encontramos también con temas con un pie en cada continente, como “Cerca de aquí” que nos acerca a una versión castiza de los Calexico, y otros que nos remiten tanto a las canciones de la posguerra (“El día en que vuelan las alúas”) como al tango sui géneris de Alberto Cortez “El puente”. En todo caso el disco suma a la herencia tradicional todas las fuentes de las que ha bebido Magallón: el Nick Cave que asoma la cabeza en “La luna llena y el vendaval” o el Tom Waits que saluda desde el ritmo de “La vía láctea descansa”. La grabación se completa con una confesional “Todas las vidas que no viviré” y con la inquietante “Regreso con los animales“, que nos ofrecen una de la cara más accesibles de un disco redondo.